La permisividad de los padres sobre los hijos es una expresión de indecisión o comodidad. Es más cómodo decir sí a todo aunque exponga a altos riesgos a los hijos que ponerles límites.
Por ejemplo, dejarles conducir un auto siendo menores de edad, cuando aún no conocen de la alta responsabilidad de hacerlo, es más sencillo que decirles un rotundo no, aunque eso provoque su enojo o berrinche. Permitirles llegar a altas horas de la noche, consumir sustancias nocivas, son tan sólo otros ejemplos.
En suma, la permisividad expresa falta de amor paterno y materno, y como no se tiene nada que perder, no se tiene nada que defender. Sólo quien valora algo y lo tiene en mucho, no lo expone a riesgos innecesarios. La permisividad carece de valores.
Los valores no son negociables por las costumbres o modas del momento. No es nada novedoso comprobar que la mayoría camina por un plano inclinado hacia la facilidad. ¡Tantos cuidados para que los hijos pequeños no jueguen con fuego, para que cuando son adolescentes se les deje entrar en la hoguera como si nada!. ¿Por qué se teme tanto disgustar al hijo adolescente, cuando justamente es la permisividad lo que los hace temibles?
La permisividad es la comodidad de moda, pero trae consigo muchas incomodidades posteriores. Hay padres que mantienen una ignorancia evidente de lo que hacen sus hijos adolescentes fuera de casa.
El adolescente que anda en malos pasos rehuye la vida de la familia, y sólo se siente a gusto con sus cómplices. Es triste ver que hay padres que se preocupan más del precio de las acciones, que de las acciones morales de su hijo. Tanto éxito en la vida profesional a costa de que la propia familia sea un fracaso.
La permisividad es el resultado de no asumir la responsabilidad de educar a los hijos. Quitarse los hijos de encima es una expresión terrible, pero cuántos padres practican este deporte temerario, por indolencia, por comodidad, por desinterés, o simplemente por falta de valores o por valores equivocados.
