sábado, abril 26, 2025
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¿Deben los abuelos consentir a sus nietos? Un acto de amor que necesita equilibrio

En muchas familias, una escena se repite: los abuelos consienten a los nietos, les compran regalos, les permiten pequeños caprichos y, a veces, hasta les dejan romper alguna regla cotidiana, como acostarse un poco más tarde. 

Para algunos padres, esto puede ser motivo de tensión; sienten que los abuelos “echan a perder” su esfuerzo educativo. Sin embargo, ¿es realmente negativo este papel más permisivo de los abuelos? ¿No podría ser, más bien, una riqueza para la familia entera?

La respuesta, según numerosos expertos en psicología familiar, es que los mimos de los abuelos son un tesoro emocional para los niños, siempre y cuando haya respeto a los principios de los padres y se mantengan ciertos límites fundamentales.

El psicólogo y mediador familiar Javier de Haro explica que los abuelos no sólo disfrutan profundamente de consentir a sus nietos, sino que además los niños tienen una gran capacidad de adaptarse a diferentes entornos: saben distinguir que en casa de los padres se sigue una rutina más estricta, y que en casa de los abuelos hay más flexibilidad. Esta capacidad de adaptación no les confunde; al contrario, enriquece su aprendizaje social y afectivo.

Eso sí, De Haro subraya que el consentimiento no puede ser absoluto ni sin reglas: los abuelos también deben apoyar la autoridad de los padres, enseñando a los nietos el respeto y cuidando su seguridad emocional y física. Consentir no significa permitir faltas de respeto o exponer a los niños a riesgos.

Además, no podemos olvidar un dato fundamental: la relación cercana con los abuelos fortalece la autoestima de los niños. Les proporciona amor incondicional, seguridad adicional y un modelo de afecto que los acompaña en su desarrollo. Los abuelos, al ofrecer su tiempo, su cariño y sus enseñanzas de vida, contribuyen de manera invaluable a la educación emocional de los más pequeños.

Por eso, no se trata de prohibir que los abuelos consientan, ni de verlos como una amenaza a la disciplina de los padres, sino de entender su papel como complementario. Los padres ponen las bases de la educación; los abuelos enriquecen esa tarea con su ternura, su paciencia y su experiencia.

La clave está en el equilibrio y en la comunicación abierta entre padres y abuelos: aclarar cuáles son las reglas básicas que deben respetarse, acordar juntos los límites y, sobre todo, valorar la importancia única de esa relación especial entre nietos y abuelos.

Cuando la familia logra ver esta realidad con generosidad, los lazos se fortalecen, los conflictos disminuyen y los niños crecen rodeados de amor, respeto y un sentido profundo de pertenencia.

Porque educar no es tarea de uno solo: es una misión de amor que, cuando se comparte entre generaciones, se convierte en una bendición para todos.

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