En medio de una sociedad erosionada por el debilitamiento de los valores, los padres de familia enfrentan la disyuntiva de educar a sus hijos con valores como la generosidad, compasión y solidaridad, o educarlos para resistir y combatir las amenazas que pueden enfrentar en la vida.
El incremento de la violencia social, la inseguridad y el abuso que enfrentamos todos los días, ha provocado que los padres de familia se sientan desalentados para formar a sus hijos con el valor de la generosidad.
Existe el temor de los padres de familia de que si educan a sus hijos para perdonar, ser buenos y generosos, los demás puedan aprovecharse de ellos, sacarles ventaja y llevarlos a una situación de indefensión.
Por supuesto que todos queremos que nuestros hijos se sepan defender, evitar que los demás abusen de ellos, sin embargo, al tratar de protegerlos, estamos justificando y provocando ese mismo mundo en el que no queremos vivir, pues estamos formando hijos egotistas en vez de solidarios y generosos.
Si queremos un mundo mejor, con mejores personas, necesitamos fomentar la generosidad, el gozo de dar y la satisfacción de ver personas mejorar. Debemos aprender a donar sin interés, ni siquiera el interés de que se sepa que somos donantes. Incluso es necesario aprender a dar sin saber a quién.
Si no creamos un mundo de generosidad, estaremos fomentando un mundo egoísta, desconfiado y temeroso.