martes, diciembre 10, 2024
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Las palabras dulces y amorosas sostienen al matrimonio y a la familia unidos

Las palabras son el instrumento con el que se puede expresar tanto el amor como el odio; con palabras se une en amor a la familia, pero con palabras también se le puede destruir. 

Las palabras pueden sanar las heridas más profundas del corazón, pero  con las palabras también se puede causar heridas profundas y dolorosas. Esa es precisamente la razón por la que se deben cuidar las palabras en la relación entre hermanos, entre esposos y entre padres e hijos.

La ira y el rencor son los principales enemigos de la prudencia en el lenguaje. Cuando una persona no se ha propuesto firmemente controlar sus expresiones, es fácil que en un momento de explosión iracunda emita expresiones que pueden marcar el futuro de su matrimonio. 

Lo mismo sucede cuando existen cargas dolorosas del pasado, cosas que sucedieron o se dijeron y que dejaron secuelas no resueltas en la familia, cosas que brotan con cualquier pretexto y a la primera provocación se buscan las expresiones más filosas que puedan herir a la otra persona con quien se guarda un profundo rencor.

Sin embargo, no sólo la ira y el rencor pueden desatar palabras hirientes, a veces la simple imprudencia, la ligereza de lenguaje o hasta una crisis de depresión, pueden provocar el brote de palabras que son capaces de destruir a la familia.

Se puede vivir con rencor en el alma, se puede ser víctima de un carácter no domado, incluso se puede  tener una personalidad ligera e imprudente, pero hay que estar consciente de que las consecuencias más probables incluyen la ruptura de la relación familiar.

No obstante, si lo que se desea es sostener el matrimonio y la familia por encima de toda circunstancia, el camino es tomar la firme decisión de perdonar desde lo más profundo del corazón las ofensas pasadas y de nunca pronunciar una sola palabra que pueda lastimar a la pareja ni a los hijos. Jamás decir una frase que lastime a la familia. 

No se requieren terapias ni procesos largos de sanación, lo que se requiere es una firme decisión, la firme y valiente decisión de conservar el matrimonio hasta la muerte y de mantener unida a la familia. 

Así como las palabras hirientes pueden destruir al matrimonio y a la familia, las palabras dulces y amorosas pueden sostener a esas dos instituciones que sustentan a la sociedad en armonía.

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