martes, diciembre 10, 2024
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“Reto de Valientes”, diez años después sigue mostrando el verdadero significado de la hombría

¿Quién aceptará la responsabilidad de proveer y proteger a mi familia? ¡yo lo haré ¿Quién pedirá a Dios que rompa la cadena de esquemas destructivos en mi historia familiar? ¡yo lo haré!
No pregunten quién guiará a mi familia, porque por la gracia de Dios, yo lo haré. No tendrán qué preguntar quién le enseñará a mi hijo a seguir a Cristo, porque yo lo haré.
¿Quien orará y bendecirá a mis hijos para que realicen con valentía lo que Dios les pida hacer? Yo soy su padre ¡yo lo haré!
Acepto esta responsabilidad y es mi privilegio abrazarla. Deseo la gracia de Dios y su bendición en mi hogar. Cualquier hombre lo desea. Por eso ¿a dónde están los valientes? ¿Dónde están los padres temerosos del señor? Es hora de levantarnos y responder el llamado que Dios ha hecho, y decir: ¡Yo lo haré! ¡Yo lo haré! ¡Yo lo haré!

Este es el discurso con que concluye la película “Reto de Valientes”. Con él culmina una trama de cinco historias (las de cuatro policías y un migrante latino) que enfrentan el reto de asumir la responsabilidad de ser verdaderos padres.

Diez años después de su estreno, Reto de Valientes, inspirada en Josué 24:15 (… pero yo y mi casa serviremos al Señor), sigue siendo una herramienta de inspiración para quien quiere ser no sólo un buen padre, sino uno que lo es bajo el diseño de Dios para su familia.

La película muestra que el verdadero sentido de la hombría del padre de familia es aceptar la responsabilidad de proveer, honrar y bendecir a los hijos, y de asumir el reto de mostrarles cómo seguir a Cristo. Los valientes son los que aceptan responder el llamado de Dios a dirigir su hogar con rectitud.

Se trata de una obra inspiradora que muestra cómo Dios actúa a través del arte y la cultura, específicamente de la cinematografía. Es una película llena de drama, ternura, comicidad y acción, en una mezcla perfecta que lleva consigo el mensaje de que Cristo Salva y bendice las familias, aún en medio de las tragedias que puedan sufrir, para convertirse no sólo en una entretenida película, sino en un bello devocional de bendición para la familia.

La obra toca con acierto el tema de los padres ausentes, los hijos rebeldes, los jóvenes delincuentes, el drama de estar sin trabajo, el luto por la muerte de un hijo, la infidelidad laboral, la caída por incumplimiento de una promesa, entre otros, y de cómo todo esto se resuelve con la ayuda de Dios.

Es una película que le arrancará lagrimas, le hará reír y le hará disfrutar cada minuto, mientras descubre que la verdadera riqueza de un hombre es su capacidad para aceptar el valiente reto de asumir su responsabilidad de ser padre de familia.

La película, que está disponible actualmente en la plataforma de Netflix, termina con uno de los discursos más hermosos que detalla la esencia del reto de los valientes.

En seguida reproducimos íntegramente el hermoso discurso del final de la película:

“Como oficial de la ley, he visto de cerca el profundo daño y la devastación que la falta de padre produce en la vida de un niño. Nuestras prisiones están llenas de gente que fueron descuidados y abandonados por sus padres. Heridos por los hombres que más debieron amarlos”.

“Muchos de esos niños ahora siguen el mismo patrón de irresponsabilidad que el de sus padres. Muchas madres se sacrifican por ayudar a que sus niños sobrevivan, pero no es su misión que carguen por sí mismas con todo ese peso. Gracias a Dios por ellas. Pero hay estudios que indican que un niño necesita desesperadamente un padre. No hay duda al respecto”.

“Como saben, a principio de año, mi familia soportó la pérdida de nuestra hija de nueve años, Emily. Su muerte me obligó a ver, que no solo no había aprovechado el tiempo valioso que tuve con ella, sino que tampoco había comprendido cual crucial era mi rol como padre para ella y para nuestro hijo Dylan. Desde que se fue, le pedí a Dios que me mostrara en su palabra, como ser el padre que debo ser”.

“Ahora creo que Dios desea que cada padre se proponga valientemente hacer lo que haga falta para involucrarse en la vida de sus hijos. Pero además de estar allí y proveer para ellos, debe caminar a su lado acompañándolos y siendo una imagen clara del carácter de Dios, su padre celestial”.

“Un padre debe amar a sus hijos, y buscar ganarse su corazón. Debe protegerlos, disciplinarlos y enseñarles la palabra de Dios. Debe enseñarles a caminar con integridad y respetar a los demás. Debe instar a sus hijos a que sean hombres y mujeres responsables para que vivan sus vidas según los valores eternos”. 

“Algunos hombres escucharán y lo ignoraran, pero les digo que como padre, son responsables ante Dios por la posición de influencia que él les ofreció. No pueden quedarse dormidos al volante para despertar un día y darse cuenta que su trabajo o sus hobbies no tienen valor eterno, como lo tienen las vidas de sus hijos”.

“Algunos hombres escucharán esto y se burlaran, pero no tendrán la fuerza para aplicarlo. En cambio, vivirán para ellos mismos y desperdiciaran la oportunidad de dejarle un legado sagrado para la próxima generación. 

Pero habrá otros hombres, que a pesar de los errores cometidos en el pasado, a pesar de lo que nuestros padres no hicieron por nosotros, pondremos todo el empeño posible y dedicaremos el resto de nuestros días a amar a Dios y enseñarle a nuestros niños que hagan lo mismo”.

“Y cuando sea posible amar, y ser el mentor de quienes no tienen un padre en sus vidas, pero que necesitan ayuda y dirección con desesperación, invitamos a cualquier hombre, cuyo corazón tenga la voluntad, de unirse a nosotros en esta resolución”.

“En mi hogar esa decisión ya fue tomada. No pregunten quién guiará a mi familia, porque por la gracia de Dios, yo lo haré”.

No tendrán que preguntar quién le enseñará a mi hijo a seguir a Cristo, porque yo lo haré”.

¿Quién aceptará la responsabilidad de proveer y proteger a mi familia? ¡yo lo haré!

¿Quién pedirá a Dios que rompa la cadena de esquemas destructivos en mi historia familiar? ¡yo lo haré!

¿Quien orará y bendecirá a mis hijos para que realicen con valentía lo que Dios les pida hacer? Yo soy su padre ¡yo lo haré!

Acepto esta responsabilidad y es mi privilegio abrazarla. Deseo la gracia de Dios y su bendición en mi hogar. Cualquier hombre lo desea. 

Por eso ¿a dónde están los valientes? ¿Dónde están los padres temerosos del señor?

Es hora de levantarnos y responder el llamado que Dios ha hecho, y decir:

¡Yo lo haré!

¡Yo lo haré!

¡Yo lo haré!”

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