El noviazgo es la búsqueda del otro yo y es el momento en que los padres deben saber orientar a los hijos en este camino.
Muchos padres enfrentan cada vez más temprano, al reto de orientar a sus hijos deseosos de iniciar un noviazgo. A los padres les preocupa que no estén preparados para ello, y si entienden el verdadero sentido del noviazgo, pues muchas veces ellos mismos lo desconocen.
Hay leyes que no surgen de la cultura ni de la sociedad específica en la que vivimos, sino que son leyes que surgen de la naturaleza misma y que están escritas “en el corazón”, es decir, en nuestra información genética a la que llamamos instintos y es muy fuerte.
Por ejemplo, tenemos el instinto de la conservación de la vida que nos obliga a luchar por conservarla. De la misma manera tenemos otro maravilloso instinto: el instinto de la conservación de la especie que es el que hace que el hombre y la mujer tengan hijos.
Dios es el autor del universo, el sabio constructor que pone normas y límites para la buena marcha de su creación. Por eso, en la Biblia, cuando se nos habla de cómo Dios creo al hombre, se nos dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra”. (Génesis 1: 27-28)
Los creyentes que sabemos que Dios existe y que es creador, pensamos que esos instintos y lo que llamamos las leyes naturales, han sido escritas en el corazón por el mismo Dios.
Cuando la infancia queda atrás y comienza la pubertad inicia un proceso humano en la búsqueda del otro yo, de la “media naranja”. Es el momento en que la sabia naturaleza, reclama el cumplimiento de la ley de la conservación de la especie.
La cultura condiciona los instintos a las conveniencias de la sociedad y la conciencia da normas en bien de la familia. Se puede buscar tan sólo el cuerpo en busca de placer y la relación, porque ni siquiera alcanza la categoría de amor.
Cuando se busca el cuerpo y el alma, el amor perdura, se hace fértil y trasciende. Cuando a través del cuerpo y del alma se descubre el amor infinito de Dios, el amor humano se transforma, se llena de gracia, se parece al amor mismo de Dios.
No somos sólo animales
Somos, sí, animales a los que se ha añadido el nombre de racionales para distinguirnos de los animalitos que no gozan del raciocinio. Animales racionales, pero, a final de cuentas, animales.
Sin embargo, cuando se desbocan los instintos y nos dejamos llevar por ellos en búsqueda de un placer que sentimos como exigencia de nuestra misma naturaleza, no somos más que animales.
Cuando somos guías de nuestros instintos y hacemos intervenir el raciocinio para comprender y aceptar que el placer es tan sólo un medio que la naturaleza usa para lograr su gran fin de la continuación de la vida humana, entonces no somos sólo animales, somos la creación bendita de Dios, para fructificarnos y multiplicarnos; para llenar la tierra, y sojuzgarla, y señorear en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias.
Todo nuestro potencial de dar vida está al servicio de la familia, ¡de nuestra familia!
El movimiento feminista, que busca igualar a los dos sexos, dice que la mujer está condicionada por la sociedad para ser madre. Y consideran la maternidad como una esclavitud que impide a la mujer realizarse en plenitud, sin embargo, la maternidad no es una carga impuesta por la sociedad machista a la pobre mujer sometida.
La maternidad es la función propia de la mujer, y todo su organismo, hasta el gen más pequeño, define a la mujer por su vocación natural a trasmitir la vida. No es cuestión de cultura, es cuestión de naturaleza.
El ser humano, normalmente, está hecho para vivir en familia y para realizarse en ella alcanzando su plenitud humana y su trascendencia en la paternidad.
Por eso es tan importante construir la propia familia. Es la misión más importante para los jóvenes y para ella se preparan aprendiendo a ser útiles y a sobrevivir con dignidad.
Cuando se busca pareja, usando el raciocinio, no sólo se busca a alguien con quien tener momentos de placer, sino a alguien con quien fundar una familia. Se busca a “la madre de mis hijos o al padre de mis hijos”.
El noviazgo, como respuesta al llamado de Dios al matrimonio, consiste en buscar a aquella persona que no sólo sea grata a los ojos, sino que sea grata al alma. Qué pena por los que se casan tan sólo por el aspecto físico de su pareja, su amor durará lo que el apetito sexual alcance a durar y después vendrá la desilusión y el aburrimiento.
Son mejores esposos los que cuando eran novios podían pasar largas horas platicando, que los que pasaban largas horas acariciándose.
Los que buscan su familia, procuran escoger a la persona que les hará compañía toda su vida, tratarán de encontrar a alguien que comparta no sólo sus normas morales, sino también su misma fe, para poder decir: “tu Dios será mi Dios”.