Hoy en día no es frecuente llamar viejo a un adulto mayor, aunque hay hijos adultos que sí usan ese término para referirse a sus padres. “Mi viejo” suelen decir, pero en general la palabra viejo suele tener una connotación despectiva para referirse a una persona mayor, por lo que suele percibirse como una expresión ofensiva.
De hecho la palabra viejo suele tener ese sentido, pues decir que algo se hace viejo es sinónimo de que ya no sirve o al menos ya no sirve como antes. Lo viejo es descartable, algo que estorba, incluso algo que molesta, por lo que la tendencia de lo viejo es llegar a ser desechado.
Hoy la sociedad ha ido cambiando su percepción sobre los adultos mayores, cada vez se abren más espacios y mucha mayor inclusión para las personas adultas mayores a 60 años.
Ya en agosto de 1979 se creó el Instituto Nacional de la Senectud (INSEN) por decreto presidencial. El objetivo de esta institución era ayudar y orientar a las personas de la tercera edad, ante el abandono social que sufrían.
En enero de 2002, el INSEN pasó a formar parte de la Secretaría de Desarrollo Social y cambió su nombre a Instituto Nacional de Adultos en Plenitud (Inaplen). Finalmente, en el mismo 2002 se publicó la Ley de los Derechos de las Personas Adultas Mayores, que le dio el nombre actual al organismo: Instituto Nacional de las Personas Adultas Mayores (INAPAM).
El INAPAM tiene como objetivo contribuir al bienestar de las personas adultas mayores, garantizando sus derechos humanos y libertades fundamentales. Esto ha provocado que los diferentes organismos, empresas e instituciones públicas y privadas adopten medidas incluyentes para los adultos mayores.
Hoy los adultos mayores gozan de asientos especiales, atención preferente, pensiones, descuentos, promociones e incluso se han abierto fuentes de trabajo para ellos. Y todo este panorama de atención y servicio especial para adultos mayores por parte de las instituciones y empresas públicas y privadas han logrado influir en el trato que reciben en sus hogares. Sin duda se ha avanzado mucho, pero aún falta camino por recorrer.
Aún es común encontrar que los ancianos son alimentados pero no respetados del todo dentro de la familia, aún notamos que se les ignora en la esquina de una mesa de un restaurante. Aún hay a adultos mayores que viven en la incertidumbre de donde vivirán cuando ya no sean autosuficientes. Aún hay quienes se enteran que se mudarán de casa hasta que sus pertenencias ya están arriba del camión de mudanzas.
La atención a los adultos mayores no debe consistir en actitudes asistenciales ni compasivas, sino verdaderamente incluyentes, es necesario que no solamente se diga que los adultos mayores son sabios que han vivido un cúmulo de experiencias sumamente útiles a la familia y a la sociedad, sino que verdaderamente sean reconocidos y respetados, tomados en cuenta para las decisiones familiares y sociales.
Mientras esa sabiduría acumulada no sea reconocida en la práctica, sólo habremos obtenido compasión asistencial hacia los adultos mayores pero seguirán siendo considerados viejos.