Ya no puedes opinar sobre su vestimenta, tampoco les puedes exigir hora de llegada a casa, ni impedirles amistades que consideras impropias, pero viven bajo tu techo y se benefician de la cena lista, la habitación limpia y la ropa planchada.
De todas las etapas de la vida, la de la juventud legalmente adulta es la más complicada en lo que se refiere a la relación entre un hijo y sus padres. Es la etapa en que los padres se preguntan:
- ¿Cómo tratar a nuestro hijo si ya es un adulto pero sigue dependiendo económicamente de nosotros?
- ¿Cómo debo tratarlo? ¿De adulto a adulto o de padre a hijo?
- Si aún está bajo nuestra tutela, está bajo nuestra responsabilidad, por lo tanto ¿les debemos seguir poniendo límites?
Por su parte los hijos adultos que viven en casa se preguntan
- ¿Cómo tratar a mis padres si ya soy mayor de edad y aún me quieren poner límites porque vivo en su casa?
- No se si llamarle “mi casa” o “la casa de mis padres”
- ¿Cuáles son mis derechos y cuáles mis obligaciones derivadas del hecho de vivir bajo el techo de mis padres y seguir gozando de algunos beneficios como agua caliente, alimentación, cama y limpieza de la ropa?
Vivir en casa de los padres para un joven adulto resulta algo contradictorio porque pueden votar, beber alcohol, fumar, llegar tarde a casa, pero siguen viviendo en casa de los papás y alimentarse de la comida de la familia. Incluso si estudian fuera de la ciudad, pueden seguir considerando la casa de los padres como su campamento base.
La administración financiera también entra en conflicto porque cuando el joven adulto consigue su primer trabajo, surge la duda de qué hacer con su sueldo: ¿debo colaborar con los gastos de casa aún cuando mis padres sean solventes? ¿O puedo depender de mis padres y con mi sueldo comprar mi ropa y solventar mis diversiones?
Muchas veces los jóvenes no quieren asumir obligaciones financieras en casa como comprar la despensa o pagar la renta porque no tienen claro en qué momento se podrán desprender de esa obligación. En otras palabras temen que la familia se haga dependiente de ellos y no puedan deshacerse de la obligación de ayudar con los gastos.
¿Cómo debe ser entonces la relación entre padres e hijos adultos que aún viven en casa?
A estas alturas de la vida los hijos adultos ya debieron haber aprendido de sus padres los principios básicos de la vida, es decir, ya saben amar, saben perdonar, han ejercitado la sensibilidad ante el dolor de los demás y entienden perfectamente que la sana convivencia es fundamental para la vida en familia. De la misma manera deben tener bien claros los valores y principios sobre los cuales debe girar su vida: la honestidad, la solidaridad, el amor al prójimo, el perdón, el respeto. Esto es muy importante porque si no es así, la convivencia entre padres e hijos adultos se puede convertir en sumamente tóxica.
Con esas sólidas columnas en la formación de los hijos, la solución no es simple pero al menos sí es clara.
Los padres deben ejercer su amor paterno sabiendo que su responsabilidad no termina cuando los hijos cumplen la edad legal de 18 años sino hasta que ellos tomen la decisión de abandonar el nido no para olvidarse de ellos sino para construir una nueva familia producto de su matrimonio y para la procreación de sus hijos.
Por su parte los hijos deben tener clara la instrucción divina de honrar a sus padres en todo momento, y eso implica no hacer nada que los ofenda y hacer todo por mostrar su amor en la convivencia familiar. Los hijos deben “morir” de ganas por llegar tarde de una fiesta, pero deben actuar con suficiente modestia y humildad para reconocer la autoridad de los padres y pedir permiso. Finalmente están en casa de los padres y hay que respetar las reglas.
Entonces a las preguntas ¿cómo debe ser la relación con mis hijos? ¿de adulto a adulto o de padre a hijo? La respuesta es que la relación debe ser de padre adulto a hijo adulto. El padre no deja de ser padre, mientras que los hijos adultos no dejan de ser hijos.
¿Les debo poner límites a los hijos? No, los límites ya no son para los hijos pues éstos ya tuvieron su etapa de formación, ahora son los límites del hogar: En este hogar nadie llega de madrugada, nadie fuma, nadie se emborracha y nadie dice groserías. Tenga la edad que tenga, todos respetamos el hogar de la familia.
Por su parte los hijos, formados en principios y valores adecuados comprenderán que no deben salir de casa por el hecho de ser legalmente adultos sino hasta que contraigan matrimonio y formen su propia familia.
No hay que dar cabida a la idea de salir de casa solo por el hecho de ser adultos, pues la convivencia con los padres y hermanos menores es perfectamente posible siempre que en la familia reine el respeto, la tolerancia y el amor.
Y si surgen preguntas, será fácil encontrar las respuestas:
¿Cómo debo tratar a mis padres? Siempre con respeto.
¿Le puedo seguir llamando “mi casa”? Sí, siempre será tu casa porque es tu hogar, hasta que decidas crear el tuyo con tu esposa y tus hijos.
¿Debo colaborar con los gastos de la casa? Sí, al menos mientras vivas en el hogar con tus padres, debes colaborar económicamente con los gastos de la familia. Tus padres comprenderán que al crear tu nuevo hogar puede ser distinto pues tu prioridad será tu nueva familia, aunque si te es posible y tus padres lo necesitan, puedes seguir ayudando solidariamente.