miércoles, septiembre 3, 2025
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El silencio en el matrimonio

Hay momentos en la vida matrimonial en que las palabras desaparecen. No es el silencio de la calma compartida, ese que se disfruta mirando juntos una película o caminando de la mano; hablamos de un silencio pesado, que llega tras una frase mal colocada, después de un malentendido, o simplemente el silencio por miedo a decir algo que pueda herir al otro. Ese silencio no es paz: es distancia.

El silencio puede volverse una muralla invisible que separa corazones que fueron creados para estar unidos. Se calla por temor, por orgullo, por enojo, y mientras tanto la herida se hace más grande. Paradójicamente, las consecuencias de no hablar suelen ser más dolorosas que la misma causa que originó el silencio.

Cómo romper el silencio

El primer paso es recordar que el matrimonio está por encima de cualquier disgusto pasajero. Vale más la promesa de amor y fidelidad que un mal momento. Callar prolongadamente no es solución: puede convertirse en terreno fértil para resentimientos y pensamientos equivocados.

Hablar, sin embargo, no es soltar palabras de cualquier manera. Hay que esperar el momento oportuno, dejar que las aguas se calmen, y entonces hablar desde el corazón. No se trata de cálculos fríos, sino de elegir palabras dulces, amorosas, que sanen en lugar de herir.

Gestos que ayudan

Un gesto sencillo puede abrir puertas al diálogo: tomarse de las manos antes de empezar a hablar, acercarse físicamente, mirar con ternura. Las palabras amables son importantes, pero más aún cuando van acompañadas de gestos que expresan un deseo sincero de reconciliación.

Y cuando la conversación ya haya encontrado su cauce, vale la pena celebrarlo: una cena sencilla, un antojito en la tiendita de la esquina, cualquier detalle que marque el inicio de una nueva armonía. No se trata solo de volver a la paz, sino de reencontrar el amor que da sentido a la vida conyugal.

El valor de volver a empezar

Romper el silencio no es fácil. A veces se necesita mucho más valor para hablar con ternura que para mantenerse enojado. Pero cada vez que se logra, el matrimonio se fortalece. Porque lo que une a dos personas no es la ausencia de conflictos, sino la capacidad de superarlos con amor.

El silencio puede ser un enemigo que separa, o puede convertirse en un espacio breve de reflexión que prepare el camino a la reconciliación. Todo depende de lo que hagamos después. Lo importante es nunca dejar que ese silencio se convierta en un muro insalvable, sino en un puente que, con gestos y palabras de amor, vuelva a unir lo que Dios unió.

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