En un mundo que a menudo elogia el placer inmediato, evadir del dolor y las sensaciones intensas, las drogas se presentan como un fácil atractivo, pero en realidad son una trampa peligrosa.
Mantenerse alejado de las drogas no es una señal de debilidad ni de temor, sino de sabiduría, amor propio y responsabilidad hacia quienes nos rodean.
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Las drogas, en cualquiera de sus formas, destruyen lenta o rápidamente la esencia de la persona. Alteran el pensamiento, deforman las emociones y esclavizan la voluntad. Lo que comienza como una “curiosidad” o una “forma de relajarse” puede convertirse en una dependencia que consume la libertad, la dignidad y los sueños. Las drogas no respetan edad, condición social ni valores: arrasan con todo a su paso.
El daño personal es profundo. Las drogas deterioran el cuerpo, apagan la mente y oscurecen el alma. En muchas personas, los efectos van desde la pérdida de salud mental y física hasta el aislamiento, la desesperanza y, en demasiados casos, la muerte prematura. La persona ya no es dueña de sí misma, y eso es una forma de esclavitud.
Pero el daño no se queda en quien consume. Las familias sufren enormemente. Los padres ven a sus hijos apagarse poco a poco; los hermanos viven con miedo; los hijos pequeños crecen con heridas por la ausencia o y los seres queridos con frecuencia sufren agresiones. El amor familiar se resiente, las finanzas se deterioran, la confianza se rompe. Es como un terremoto emocional que sacude a todos.
También la sociedad paga un precio alto. La violencia, el crimen, la deserción escolar, los accidentes viales, el abandono infantil y hasta el colapso de comunidades enteras. Todo por el consumo de drogas. Y si bien es cierto que hay responsabilidad en los gobiernos que las deben combatir y prevenir y en los mercados que promueven su comercio y consumo, también es verdad que cada persona tiene el poder de decidir.
Mantenerse alejado de las drogas no significa vivir una vida aburrida, sino vivir una vida libre. Es cuidar lo que uno es y lo que uno ama. Es proteger la familia, construir proyectos, mantener viva la capacidad de amar y ser amado. Es elegir la salud, la conciencia limpia y el corazón despierto. Y aunque el entorno a veces presione o seduzca, siempre será más valiente quien sepa decir “no” con firmeza.
En la vida hay muchas batallas, pero esta no hay que pelearla solo. Familia, comunidad, fe y amor son fuerzas que sostienen. Nadie está solo si de verdad quiere caminar hacia una vida sin adicciones. Porque cada día alejado de las drogas es una victoria silenciosa, pero poderosa. Es una decisión que salva vidas. La tuya, y la de los que más amas.