Separarse de un hijo pequeño no debería ser algo cotidiano ni mucho menos deseable. La familia está hecha para estar unida. Pero hay circunstancias, a veces muy difíciles, que obligan a padres y madres a dejar a sus hijos al cuidado de otros durante algunos momentos del día o, en los casos más dolorosos, por tiempos prolongados.
No es fácil para nadie, y menos aún para un niño pequeño que apenas está aprendiendo a confiar en el mundo que lo rodea.
También te podría interesar leer: La mejor manera de enseñar a los hijos es con el ejemplo.
La llamada “ansiedad por separación” no es un problema que haya que eliminar, sino una señal sana del vínculo profundo que existe entre los hijos y quienes los aman.
Que un niño llore o se aferre al cuello de su madre al verla alejarse, no es un capricho ni una manía. Es una expresión legítima de necesidad y de apego. Y aunque duela, es importante acompañarlo con ternura, sin minimizar sus emociones, no decir “no pasa nada” ni forzarlo a ser “valiente”.
¿Qué es la ansiedad por separación?
Se trata de una reacción natural en bebés y niños entre los 6 meses y los 3 años cuando su figura de apego –generalmente mamá o papá– se aleja. En ese periodo, los niños todavía no comprenden bien la idea de que alguien que se va, vuelve.
Por eso, cuando no te ven, temen que te hayas ido para siempre. Su llanto, sus berrinches, su miedo a dormir solos o su negativa a quedarse en otro lugar, no son más que su forma de pedir seguridad.
¿Cuándo separarse?
La pregunta clave no es cómo hacer para que tu hijo no llore cuando lo dejas, sino si realmente es necesario dejarlo. ¿Es algo indispensable? ¿Hay otras opciones? ¿Puede uno de los padres reorganizar su trabajo o su horario? ¿Hay una abuela o una tía cercana que pueda cuidarlo con afecto?
Si no hay más remedio que separarse, lo importante es hacerlo con conciencia, sin culpa pero tampoco con frivolidad. Una separación afectiva bien acompañada puede ser llevadera. Una separación mal gestionada deja huellas.
Cómo ayudar a tu hijo en ese proceso
- Prepara el terreno emocional. Antes de una separación, háblale con palabras simples: “Mamá va a trabajar un ratito, pero siempre vuelve por ti”.
- Crea un puente entre tú y él. Puedes dejarle una manta con tu perfume o su peluche favorito. Eso le da una sensación de continuidad contigo.
- Hazlo gradual. Si puedes, empieza con tiempos cortos y ve alargando poco a poco. No lo lleves de golpe a pasar el día entero con un desconocido.
- Nunca te vayas a escondidas. Aunque parezca más fácil, no es correcto. Los niños necesitan saber cuándo te vas y cuándo regresas. Despídete con amor, con una sonrisa, aunque tengas lágrimas por dentro.
- Escucha su llanto. No lo ignores ni lo regañes. Tómalo en serio, abrázalo cuando regreses, valida sus emociones: “Te sentiste triste porque no estuve, te entiendo. Ya estoy aquí”.
El dolor de los padres también cuenta
Hay padres y madres que tienen que salir a trabajar todos los días dejando a sus pequeños con alguien más. No lo hacen por gusto, sino por necesidad. Y muchas veces lo hacen con el corazón en la mano. También para ellos es duro. Merecen apoyo, comprensión y políticas laborales que favorezcan el tiempo en familia.
La sociedad entera debe reconocer que los primeros años de la infancia no se repiten, y que cuando una madre o un padre pueden estar presentes en esos años, es una ganancia para todos.
Separarse de un hijo pequeño no es natural
No, no es natural separarse de un hijo pequeño. Es doloroso, y así debe reconocerse. Pero si llega a ser necesario, puede hacerse con amor, con tacto y con el compromiso de volver siempre al final del día. Porque cuando un niño sabe que siempre regresarás, aunque llores al irte, su corazón poco a poco aprende a confiar.