Hay momentos difíciles en la vida. Crisis que llegan sin aviso: un embarazo inesperado, una infidelidad en el matrimonio, un hijo que se descarrila, una fuerte discusión con los padres. Y casi de forma automática, buscamos apoyo en quienes más confiamos: nuestras amistades. Pero, ¿qué pasa cuando el consejo de un amigo no es el mejor camino?
La amiga que sugiere el aborto. El amigo que sugiere el divorcio. Los amigos que aconsejan huir de casa. No son malas personas. A veces son incluso personas nobles, leales, cariñosas. Pero eso no las convierte en sabias. Y menos aún, en infalibles.
La buena intención no siempre basta
Muchos consejos nacen de la empatía y del deseo de aliviar el sufrimiento. Te dicen “No mereces pasar por esto”, “Haz lo que sea más fácil para ti”, “No pienses tanto, actúa”, “sigue tu corazón”. Frases comunes, comprensibles… pero peligrosas.
Porque en la urgencia de consolar, se pierde de vista el valor del bien, los principios, la profundidad de la verdad, y la necesidad de tomar decisiones con raíces firmes, no sólo decisiones con las emociones encendidas.
¿Por qué acudir a los amigos cuando atravesamos una crisis puede ser riesgoso?
Porque muchas veces nos aconsejan desde sus propias heridas no sanadas. Desde su historia, su ideología, su miedo al dolor.
Una amiga puede sugerir el aborto porque ella misma lo vivió y cree que fue “la mejor salida”. Otro puede alentar el divorcio porque su propia experiencia de separación le pareció liberadora. Y aunque su experiencia sea válida para ellos, no necesariamente lo es para ti.
No toda amistad es mala consejera, pero no toda consejera es sabia
Esto debemos descalificar a la amistad. De hecho, una verdadera amistad puede ser un salvavidas. Aquella amiga que te abraza, que no te juzga pero tampoco te empuja a decisiones apresuradas. Ese amigo que te escucha en silencio y te dice: “Vamos a orar juntos. No te dejes vencer por el dolor. Busca la verdad, aunque duela. Yo estoy contigo.”
Ese tipo de amigos son tesoros. Pero no todos son así.
Entonces, ¿a quién acudir?
En tiempos de crisis es vital acudir a personas con sabiduría, fe y equilibrio.
- Un buen guía espiritual.
- Un consejero de pastoral familiar de la parroquia.
- Un matrimonio mayor que haya pasado por tormentas.
- Un sacerdote que escucha más que hablar, y cuando habla, lo hace con la Palabra de Dios.
Y claro, si tienes amigos así, valóralos. Pero si no los tienes, no pongas tu alma herida en manos inexpertas, aunque te quieran.
No te aísles, pero elige bien
Aislarse no es la solución. Necesitamos a los amigos. Pero no todos los “amigos” son adecuados en todo momento.
Cuando estés en crisis y un amigo o amiga te aconseje, pregúntate:
- ¿Este consejo me da paz o me provoca más enojo o miedo?
- ¿Este consejo construye o destruye?
- ¿Me lleva a sanar o a vengarme?
- ¿Qué dice el Evangelio sobre esto?
Recuerda:
Las amistades son un regalo de Dios, pero no son infalibles. Los amigos se pueden equivocar.
En los momentos más oscuros, más que un consejo fácil, necesitamos luz verdadera.
Y esa luz, muchas veces, no viene del ruido de las opiniones, sino del silencio de la oración, del consejo de los sabios y del discernimiento que viene de Dios.
No rechaces la amistad, pero no les des la última palabra.
Esa, entrégasela al que te conoce mejor que nadie: el Señor que no sólo te escucha, sino que te guía hacia la verdad y la vida.