Hoy más que nunca, los niños crecen rodeados de pantallas. Ya no basta con vigilar qué ven en la televisión; ahora el mundo entero —con sus luces y sus sombras— entra a casa por medio de un celular, una tableta o una computadora.
El acceso de los niños a internet, aunque puede traer beneficios educativos y recreativos, también plantea una problemática profunda que las familias no pueden ignorar.
Un mundo sin filtros
Internet es una ventana al conocimiento, sí, pero también es una puerta abierta al riesgo. Muchos padres suponen que sus hijos sólo están viendo caricaturas o jugando videojuegos, cuando en realidad pueden estar expuestos a:
- Contenido violento o sexual explícito: Aunque no lo busquen intencionalmente, los algoritmos pueden llevar a los niños a videos, imágenes o mensajes inadecuados para su edad.
- Redes sociales prematuras: Plataformas que promueven la imagen superficial, la comparación constante y hasta el acoso virtual (bullying), afectando su autoestima y salud emocional.
- Publicidad dirigida y consumismo temprano: Internet enseña a los niños a desear cosas que no necesitan y a medir su valor por lo que poseen.
- Relaciones peligrosas: A través de chats, videojuegos en línea o redes, pueden ser contactados por personas con malas intenciones.
¿Dónde están los padres?
Muchas veces, el problema no es que el niño tenga acceso a internet, sino que lo tiene sin supervisión ni acompañamiento. Por cansancio, falta de tiempo, negligencia o desconocimiento, algunos padres permiten el uso ilimitado del celular o tableta como una solución rápida al aburrimiento, sin darse cuenta del precio que esto puede tener.
No se trata de satanizar la tecnología, sino de formar una conciencia crítica y establecer límites claros. Los dispositivos no deben ser ni niñeras ni sustitutos del tiempo en familia.
¿Qué podemos hacer?
- Establecer reglas claras de uso: Tiempo limitado, sólo en espacios comunes del hogar, sin acceso libre a internet.
- Activar controles parentales: Existen herramientas que permiten filtrar contenido y vigilar el uso.
- Dar buen ejemplo: Si los padres viven pegados al celular, difícilmente podrán pedir a sus hijos algo diferente.
- Acompañar, no sólo vigilar: Hablar con los niños sobre lo que ven, lo que sienten, lo que les inquieta. Internet debe ser un tema de conversación familiar.
- Fomentar actividades alternativas: Juegos físicos, lectura, deporte, manualidades. La vida real está fuera de la pantalla.
Educar el corazón antes que el clic
En el fondo, no se trata sólo de tecnología, sino de formación. Un niño bien acompañado, que crece en una familia que dialoga, que ora, que juega unida, sabrá distinguir lo que le hace bien de lo que le lastima. Y eso lo protegerá más que cualquier antivirus.
Como padres, nuestra tarea no es prohibir por miedo, sino educar por amor. Porque internet puede ser una herramienta o una trampa, según cómo se use y desde qué valores se viva.