sábado, abril 26, 2025
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Tus hijos no te pertenecen… son tu misión

Amarlos no es controlarlos. Criarlos es ayudarlos a ser libres y felices.

A veces, sin darnos cuenta, tratamos a nuestros hijos como si fueran “nuestros” en el sentido de que podemos decidir todo por ellos, moldearlos a nuestro gusto o vivir nuestra vida a través de ellos. Pero los hijos no son una propiedad. Son personas, con su propia forma de pensar, de sentir y de vivir.

No están aquí para cumplir tus sueños. Están aquí para cumplir los suyos.

¿Qué pasa cuando los tratamos como si fueran nuestros?

  • Nos volvemos muy controladores.
  • Los castigamos por ser diferentes a nosotros.
  • Los hacemos sentir que deben ganarse nuestro amor.
  • Vivimos a través de sus logros o nos avergonzamos de sus errores.

Con el tiempo, esto hace que los hijos crezcan inseguros, con miedo a equivocarse, o incluso se rebelen y se alejen.

Entonces, ¿qué son nuestros hijos?

Nuestros hijos son una misión. Dios nos los confió para que los cuidemos, los formemos, y los acompañemos a convertirse en personas libres, buenas y felices.

No están aquí para quedárnoslos, sino para ayudarles a volar cuando llegue su momento.

¿Qué significa que son nuestra misión?

1. Amarlos como son.

Amarlos con sus errores, con sus dudas, con sus cambios. Amarlos siempre, no sólo cuando se portan bien.

2. Enseñarles a decidir.

No decidir todo por ellos, sino enseñarles a pensar, a distinguir lo bueno de lo malo, y a tomar sus propias decisiones.

3. Dejar que vivan su vida.

No vivir a través de ellos, ni imponerles nuestro camino. Acompañarlos mientras descubren el suyo.

4. Hablarles de Dios.

Ayudarles a conocer el amor de Dios. No solo con palabras, sino con el ejemplo.

5. Enseñarles a amar.

Los hijos aprenden a amar cuando se sienten amados. Si los tratamos con respeto y cariño, ellos también aprenderán a amar a los demás.

Recuerda…

Tú no eres dueño de tus hijos. Eres su guía, su apoyo, su refugio.

Ellos no te fueron dados para que los controles, sino para que los ames y los prepares para la vida. El mejor padre, la mejor madre, no es el que se adueña de sus hijos… sino el que los ayuda a volar con alas propias.

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