A lo largo de la vida, muchas personas se cruzarán en nuestro camino: compañeros, conocidos, vecinos, colegas… Pero amigos verdaderos, de esos que entran en tu corazón y se quedan, son pocos. Y no porque no haya gente buena, sino porque la amistad es una elección.
Elegir a quién abrirle la puerta del alma no es discriminar, es cuidar lo más valioso que tenemos: nuestra vida interior, nuestros valores, nuestra paz.
Los amigos influyen más de lo que creemos
Los amigos que eliges moldean tu manera de pensar, tus decisiones y hasta tu forma de ver el mundo. Pueden ayudarte a crecer o a desviarte. Pueden darte fuerza para hacer el bien o empujarte a tomar decisiones que después duelen.
Por eso, es sabio enseñar en casa que uno no puede andar por la vida dejándose llevar por quien sea. Hay amistades que iluminan… y otras que apagan.
Enseñar a los hijos a elegir con criterio
Como padres, uno de los mayores regalos que podemos darles a nuestros hijos es enseñarles a elegir bien a sus amigos. No se trata de juzgar a los demás, ni de creerse superiores. Se trata de aprender a reconocer quién suma y quién resta. Un buen amigo respeta, escucha, corrige con cariño, comparte valores, se alegra por tus logros y te impulsa a ser mejor.
Si tu hijo o hija se rodea de personas que normalizan la mentira, la falta de respeto, la vulgaridad o la violencia, eso terminará contaminando su corazón. En cambio, si se rodea de personas nobles, alegres, honestas y responsables, su vida se fortalecerá.
Elegir bien no es rechazar con desprecio, sino con prudencia
Elegir no es discriminar. Discriminar es tratar a alguien con desprecio por cómo es o por lo que tiene. Pero elegir a quién le das tu confianza, a quién dejas entrar en tu hogar o en tu intimidad, no solo es legítimo: es necesario. Igual que no comes cualquier cosa ni dejas abierta la puerta de tu casa a un extraño, tampoco puedes abrir tu corazón a cualquiera.
Jesús mismo eligió con quién caminar más de cerca. No todos eran sus discípulos íntimos. Amaba a todos, pero no a todos les confió su corazón. Esa es una enseñanza para la vida.
La familia: el lugar donde se aprende a elegir bien
Cuando en casa se enseñan valores, se vive con coherencia, se corrige con amor y se escucha con respeto, los hijos aprenden a identificar lo que vale. Y entonces, sabrán rodearse de personas que los impulsen, no que los frenen. No necesitarán estar con “los populares” o con “los que todos siguen”, porque sabrán lo que valen y lo que buscan.
Elegir bien a los amigos es un acto de amor propio y una forma de proteger lo más valioso: tu fe, tu paz, tu dignidad. No es rechazar a los demás, es ser fiel a ti mismo. Y esa es una lección que se cultiva, día a día, en el corazón de la familia.