Prácticamente no hay adolescente que no atraviese por problemas, sin embargo es común que los padres difícilmente pueden intervenir en auxilio de sus hijos por las frecuentes dificultades para comunicarse con ellos.
Hay ocasiones en que los padres se enteran de los problemas de sus hijos hasta que abandonaron la escuela o están sumidos en adicciones o están en prisión o incluso hasta en situaciones peores.
¿Cuál es la causa de esta falta de comunicación? Mientras los padres interpretan que su hijo se ha vuelto insoportable, aislado y hasta grosero, los hijos piensan que sus padres no los comprenden, son de otra generación o incluso se sienten resentidos por la conducta de sus padres en el pasado.
¿Qué hacer? No existen fórmulas que se puedan aplicar a todas las familias por igual, sin embargo lo que sí hay es una serie de principios básicos que no se deben dejar de aplicar para integrar a los hijos con los padres con el fin de solucionar los problemas que se enfrenten, por muy severos que sean. Vamos cuáles son:
1. Comunicación entre padres. Cuando los hijos adolescentes están en problemas, hay que comenzar por mejorar la comunicación entre el padre y la madre, porque el hecho de que interpreten de diferente manera la situación los lleva a contradecirse frente a los hijos si antes no se ponen de acuerdo, lo cual siempre empeora los problemas. En un ambiente de calma los dos podrán intercambiar puntos de vista, experiencias y opiniones, encontrando juntos el camino a seguir.
2. Darle prioridad. Muchas veces los padres no evalúan de la misma manera la situación y piensan que el problema de los hijos no es urgente. Se dan cuenta de la importancia del problema hasta que ya es grave. Atender a los hijos en la etapa de adolescencia es de máxima prioridad en la familia, aún antes que el trabajo o las amistades.
3. Tener empatía. Ayuda mucho tratar de “ponerse en los zapatos” de los hijos adolescentes, sentirnos en su edad e intentar sentir lo que sienten. Por eso es importante pasar de una postura rígida a una actitud flexible, amigable y paternal: Una gota de comprensión atrae más a los hijos que una montaña de sermones.
4. Aprender a escuchar. Necesitamos interesarnos por nuestros hijos adolescentes y darles el tiempo y la atención que necesitan. Ayuda mucho preguntarles su opinión, hacerles ver que su punto de vista cuenta mucho. Aunque todavía no lo sean, necesitan ser tratados como adultos. Es mejor dar espacio a su iniciativa personal y a sus propuestas, que “acribillarlos” con órdenes y prohibiciones.
5. Todo tiene solución. Por muy grave que sea el problema, necesitamos entender que tiene solución. Puede ser que los problemas de los hijos parezcan insuperables, pero aún estando sumergidos en la droga o el alcohol, el problema tiene solución. Los padres deben ayudarlos a entender la gravedad del problema y entender que si tienen la decisión de salir adelante, lo lograrán.
6. Pedir la ayuda adecuada. Siempre existen instituciones en las que nos podemos apoyar para solucionar el problema en que nos encontremos. Es conveniente investigar y acudir oportunamente antes que el problema sea mayor. Sin embargo, si aún así el problema se ve imposible, debemos buscar al perito en la materia, pedir ayuda al pedagogo más experto en lo “imposible”: es decir se necesita pedir la ayuda de Dios.
La oración dirigida a Dios orienta los sufrimientos y las preocupaciones, y los convierte en esfuerzos humanos y sobrehumanos hacia el bien de los hijos. Con la oración se construye un camino invisible a los ojos humanos, un camino sólido en la fe y en la esperanza.
Cuando humanamente se hace lo que está en las propias manos y al mismo tiempo se deja a los hijos en las manos experimentadas y sabias de Dios, el reto se aligera, el fruto empieza a madurar y lo que parecía imposible se hace real porque para Dios no hay nada imposible.